Esta es la segunda parte sobre ideas para alcanzar la maestría en juegos de rol. La maestría es una forma de conocimiento donde obtenemos un mayor control sobre la realidad. Los maestros son aquellos que tienen un dominio avanzado sobre su objeto de estudio y práctica. Esto les permite innovar y experimentar en su campo, al mismo tiempo que son referencias para el resto.
Como dijimos en la primera parte, la maestría como conocimiento avanzado es una elección y no una obligación. Es perfectamente posible disfrutar de los juegos de rol como ocio principal sin preocuparse por la maestría. El interés por adquirir un mayor conocimiento en el rol puede deberse a múltiples motivos, la mayoría de ellos legítimos.
Esta entrada está basada en las ideas de Robert Greene en su libro Mastery (2012). El recordatorio más importante de la primera parte es entender bien los fundamentos de los juegos de rol. Dijimos que eran el jugador y el juego de rol, que generan la experiencia de juego.
Meditación sobre los fundamentos
Buscando un mayor discernimiento sobre los fundamentos de los juegos de rol encontramos que:
- Un jugador es una persona, por tanto está sujeto a las leyes psicológicas humanas.
- Un juego de rol es un subconjunto de los juegos en general.
- La experiencia de juego es una vivencia humana que a priori está acotada al ámbito lúdico.
Por tanto:
- Conocer hechos psicológicos humanos ayuda a conocer mejor al jugador de rol.
- Comprender en qué consiste un juego en general ayuda a conocer mejor los juegos de rol en particular.
- Saber en qué consiste una experiencia en general ayuda a conocer mejor una experiencia lúdica.
En futuras entradas ahondaremos en estos fundamentos. Por el momento podemos meditar en la siguiente pregunta: ¿en qué se diferencia un juego de rol de otros juegos que no son juegos de rol?
Recordamos de nuevo el índice de esta segunda parte:
PARTE II
- La dinámica del mentor
- Escoge al mentor correcto
- Mirar profundamente en el espejo del mentor
- Transfigura sus ideas
- Crea una dinámica de ida y vuelta
- Inteligencia social
- Leer a las personas
- Las 7 realidades letales
- Envidia
- Conformismo
- Rigidez
- Auto-obsesión
- Pereza
- Inconstancia
- Actitud pasivo-agresiva
- Estrategias para conseguir inteligencia social
- Habla a través de tu trabajo
- Construye el personaje adecuado
- Percíbete como los otros te perciben
- Sufre a los necios con gracia
La dinámica del mentor
La vida es corta y por tanto nuestro tiempo para aprender es limitado. Sin la guía adecuada desperdiciaremos mucho tiempo en ganar conocimiento y práctica. La relación mentor-discípulo es una de las mejores formas de aprendizaje.
Los mentores adecuados nos ayudan a centrar nuestra atención en lo importante y nos ponen a prueba. Nos conceden feedback realista e inmediato para poder mejorar rápidamente. A través de una interacción directa absorbemos su forma de pensar y podemos adaptarla a nuestro espíritu.
Escoge al mentor correcto
Debemos escoger al mentor que nos permita llegar hasta la posición que queremos. Si el mentor es muy dominante es posible que nos convirtamos en una imitación suya. Mucha gente comete el error de elegir al mentor que parece que más conocimiento tiene, o al más carismático. Sin embargo, estas apariencias puede que no se adapten realmente a nuestros objetivos.
Si lo que queremos es encontrar nuestra propia idiosincrasia, tendríamos que escoger un mentor abierto de mente. Las primeras fases son de auto-descubrimiento y por tanto queremos a alguien que no nos limite. Adicionalmente, a veces queremos un mentor que nos discipline y corrija aquellos defectos que queremos superar.
Hay que recordar que el mentor se asemeja a una figura paterna o materna. Tal vez no tuvimos en nuestra infancia esa guía, seguridad y dirección que nos da el mentor. En ese caso, conviene buscar a aquel mentor que supla esta carencia. Cabe recordar que queremos que esa figura no repita los defectos de nuestros padres o figuras de referencia.
Mirar profundamente en el espejo del mentor
Vivimos en una época de auto-complacencia y bajo esfuerzo. Nos dicen que no hay ningún problema con nosotros y que tenemos que aceptarnos tal cual somos. Sin embargo, el camino de la maestría está lleno de obstáculos y frustraciones. Sin una conexión directa con la realidad y una alta crítica a nuestro trabajo jamás podremos perfeccionarnos.
Un mentor adecuado provee de esta parte dura del proceso de aprendizaje. Queremos que nuestro mentor nos diga abiertamente en qué estamos fallando, cuáles son nuestras limitaciones y qué debemos hacer para mejorar. Una elevada indulgencia nos dejará estancados y el objetivo de la maestría será inalcanzable.
Esta forma de amor severo del mentor es imprescindible para mejorar. No queremos que nos diga lo que queremos escuchar, sino aquellas verdades que aunque sean duras nos permitan avanzar. Tenemos que pedirle de forma proactiva que nos conduzca hasta la verdad del asunto. Tener confianza en uno mismo es importante, pero ha de estar sujeta a la realidad de las cosas.
Transfigura sus ideas
Un mentor especialmente virtuoso puede acomplejarnos y destruir nuestro camino. La alta admiración que tengamos depositada en él o ella puede hacernos querer emularle en todo. Por eso es importante encontrar nuestra propia voz en el proceso. Transfigurar sus ideas significa aplicar cambios a sus enseñanzas y creaciones.
Para conseguirlo tenemos que tener una implicación activa. No se trata de repetir a rajatabla lo que nos dice, sino de ser creativos y adaptar sus enseñanzas a nuestro estilo. Por tanto, a pesar de sentir atracción y admiración hacia sus ideas, tenemos que mantener cierta distancia. Con el tiempo también tendremos que criticarlas, revisarlas e intentar superarles.
Crea una dinámica de ida y vuelta
Con el tiempo el mentor perderá su aura mágica ya que nos iremos acercando a su nivel. Nuestra atención irá poco a poco diluyéndose y la relación mentor-discípulo empeorará. No obstante, si creamos una dinámica donde la transmisión de ideas sea más democrática la relación pasará al siguiente nivel.
Es posible que el mentor empiece a adoptar algunas de nuestras ideas. Esto es fundamental ya que el mentor suele ser de otra generación a la nuestra y puede que muestre cierta reticencia a ello. Nosotros también podremos enriquecerle y empezar a colaborar de una forma más horizontal.
Inteligencia social
Uno de los mayores obstáculos para alcanzar la maestría es el drenaje emocional de otras personas. Sus resistencias y manipulaciones pueden ser una auténtica lacra. Si no somos precavidos caeremos en innumerables luchas y juegos políticos.
El principal error que cometemos con los demás es proyectar nuestras emociones y deseos en ellos. Malinterpretamos sus acciones, creando conflictos y confusión. La inteligencia social es la facultad para ver a los otros desde la percepción más objetiva posible.
Trascendiendo nuestra auto-absorción y egocentrismo podemos leer a los demás y analizar su conducta. Esto nos permite saber qué les motiva y si tienen alguna tendencia manipulativa hacia nosotros. Navegando con destreza el entorno social tendremos la suficiente energía para alcanzar la maestría. El éxito en alcanzar la maestría depende gravemente de esta habilidad.
Leer a las personas
Nos dejamos influir por personas con las que sentimos una conexión mientras que adoptamos una postura defensiva en caso contrario. Leer a las personas consiste en prestar atención más allá de las palabras. Son todas aquellas señales que contradicen lo que se está diciendo, o aportan una mayor profundidad.
Si conseguimos que una persona se deje llevar por las emociones nos dará mucha más información sobre cómo es. Al prestar más atención al otro que a nosotros mismos recibiremos numerosas sensaciones y emociones. Esta intuición nos dará un conocimiento valioso sobre el otro que a veces es difícil de expresar en palabras.
Aplicando este sondeo constante podremos detectar patrones en el comportamiento de los demás. Esos patrones nos permitirán analizar con mayor rigor cómo es la otra persona y qué pretende. Un indicador claro del carácter de otra persona es ver cómo actúa alrededor de gente con poder y autoridad. Otro potente indicador es ver cómo reacciona ante el estrés o la presión.
La mejor forma de calar a los demás es bajando nuestras defensas y permanecer abiertos a su influencia. Siempre y cuando estemos prestando atención al exterior tendremos el suficiente desapego para analizarles. Hay que resistir la tentación de interpretarles de forma auto-referencial, como si su discurso tuviera que ver con nosotros a nivel personal.
Una persona rara vez es lo que aparenta, pues ha creado una máscara con la cual aproximarse a los demás. Una actitud excesiva hacia algo (por ejemplo, ser muy amable) suele esconder lo contrario. Igualmente, las primeras impresiones nos dan valiosa información pero rara vez son el mapa completo. Cuanto más tiempo interactuemos con el otro más preciso será ese mapa.
Las 7 realidades letales
A lo largo de la historia hemos extraído conocimiento sobre la conducta humana. Mientras que tenemos aptitudes dignas de elogio, como la adaptación y la cooperación, existen otras conductas que son un gran obstáculo para alcanzar la maestría. Estos defectos son mal vistos y por tanto la gente intenta ocultarlos.
Envidia
Está en nuestra naturaleza compararnos con los demás y lo hacemos a través de muchas categorías: inteligencia, atractivo, fama, éxito, estatus social, etc. Si nos molesta que alguien conocido tenga éxito estamos sintiendo envidia. Como es un sentimiento doloroso razonamos para desprendernos de él. Podemos llegar a convencernos de que esa persona ha tenido suerte o que su éxito no durará mucho.
La envidia llega a ser un problema cuando nuestras inseguridades son tan elevadas como para desear sabotear al envidiado. Si llegamos a hacerlo difícilmente reconoceremos que actuábamos con envidia, sino que daremos alguna que otra excusa. Como ni siquiera admitimos la propia envidia, es difícil detectar que otro nos está envidiando.
Hay ciertos indicadores, no obstante, de la envidia. Alguien que nos adula demasiado al comenzar la relación puede que esté intentando acercarse para dañarnos. Adicionalmente, si alguien es muy inseguro es muy probable que también sea envidioso.
La forma más prudente y sabia para encarar la envidia de los demás es mostrar nuestros propios defectos. Parecer demasiado inteligente o talentoso provocará mucha envidia. Al mismo tiempo, mostrarnos vulnerables nos hará parecer más humanos. Del mismo modo, reírse de uno mismo de forma sincera es también un gran antídoto.
Conformismo
Al estar involucrados en grupos de gente nos vemos cohartados por los valores dominantes de nuestra cultura. Los que aspiran a ser maestros suelen tener tendencias rebeldes e inusuales, algo que provoca rechazo en la mayoría de los grupos. Como la mayoría de la gente no quiere verse como conformista, difícilmente se darán cuenta de por qué nos están rechazando.
Un claro indicador de que estamos en un grupo conformista es que sus integrantes hagan grandes esfuerzos por ser políticamente correctos. Cuanto más se acentúe esto más politizado está el grupo y más imprudente será mostrarnos tal cual somos.
Esto es especialmente importante en entornos laborales donde hay que llevar una máscara que se amolde a la cultura dominante. Cuando estamos empezando el camino de la maestría es mucho más importante mostrarse conformes que cuando llegamos a niveles superiores.
Rigidez
El mundo es cada vez más complejo y nos refugiamos en los hábitos para tener una sensación de control. Ante un problema nuevo buscamos artificios que lo simplifiquen para no cuestionar nuestra vida. La mayoría de la gente no percibe su propia rigidez. Por tanto, luchar contra ella a través de argumentos y hechos solo les volverá más defensivos.
Si tenemos un espíritu innovador y creativo despertaremos aversión y crítica. Para la gente no es fácil asumir que ha estado equivocada durante gran parte de su vida. El miedo a lo nuevo engendrará enemigos ocultos que aprovecharán nuestras dificultades para destruirnos. Por tanto, es prudente aceptar la rigidez en los demás sin renunciar a nuestra libertad de espíritu.
Auto-obsesión
El mundo puede llegar a ser muy duro y competitivo. Por ese motivo tendemos a ponernos a nosotros mismos los primeros. Incluso cuando peleamos por causas justas nos vemos motivados por lo que piensen los demás.
Como el egoísmo no nos hace parecer demasiado nobles, intentamos ocultarlo. Suele suceder que las personas más auto-absorbidas son las que más intentan aparecer como santos ante los demás. Sin embargo, este velo desaparece cuando pedimos una ayuda importante a otros apelando a su amistad y nos damos cuenta de que esa ayuda no llega.
Esta realidad nos dice una verdad muy importante: casi nadie nos apoyará por nada. Si el otro no puede sacar tajada o esperar un favor de vuelta, lo más probable es que no nos apoye. En lugar de resistirnos a esta supuesta inmoralidad, debemos adaptarnos a ella, recibiendo apoyos y colaboración a través de la satisfacción de necesidades recíprocas.
Pereza
Es hasta cierto punto natural querer tomar el camino más corto, aquel camino que menos frustración y tiempo conlleve. No obstante, para algunas personas es su forma habitual de proceder. Esto nos puede dañar en la medida que se aprovechen de nuestro trabajo e ideas. Muchas propuestas de colaboración encierran este ardid.
Que un objetivo tarde meses o años en completarse desmotiva a muchas personas. Lo que hacen entonces es buscar siempre formas “fáciles” de conseguirlos. Lo normal es que posean una voluntad débil y un carácter poco trabajado. Hay que recordar que aquello que cuesta esfuerzo y tiempo nos permite obtener muchos otros objetivos.
Inconstancia
Nos gusta creer que tomamos todo el tiempo decisiones racionales pero son las emociones las que nos gobiernan. Nuestra percepción está constantemente coloreada por ellas y pensamos de forma diferente en función de nuestro estado de ánimo.
Por tanto, no debemos asumir que lo que nos dice alguien es un reflejo correcto de lo que realmente desea. Ayer estaban enamorados de nuestra idea y hoy la aborrecen. Esta patente volubilidad de las personas nos tiene que conducir a un mayor desapego hacia los demás. De lo contrario nos confundiremos mucho y perderemos un valioso tiempo.
Actitud pasivo-agresiva
El origen de esta actitud es una aversión al enfrentamiento directo, las emociones que puede provocar y la pérdida de control que implica. La forma de gestionar los conflictos para alguien así es indirecta, mientras que todo conflicto visible lo muestran como una equivocación que les tenemos que perdonar.
Los indicadores más visibles son los conflictos que han tenido en el pasado. Estas personas tienen un historial que muestra esta actitud. Tienen labrada una reputación que no debemos ignorar. Ante esta actitud debemos o bien apartarnos de su camino o mostrar un ataque igualmente indirecto para dejarles claro que agraviarnos tiene un precio.
Estrategias para conseguir inteligencia social
Al lidiar con las personas es fácil caer en la perspectiva ingenua, volviéndonos emocionales. Esta actitud nos dará numerosos problemas: juegos políticos, juicios superficiales, resentimientos, etc.
Las siguientes 4 estrategias vienen a conferirnos herramientas para movernos en sociedad buscando la maestría.
Habla a través de tu trabajo
Incluso el científico más aislado tiene que jugar a ser un cortesano, pero en última instancia son sus proyectos y su trabajo los que demuestran lo que es. En lugar de estar opinando continuamente sobre asuntos, es mucho más importante trabajar y dejar que el trabajo hable por nosotros.
Cuando tenemos en cuenta al público al que va dirigido nuestro trabajo mostramos inteligencia social porque hemos anticipado las posibles críticas. Intentando ser claros en nuestros argumentos e ideas, nos sumergimos dentro de una comunidad. El trabajo que es sólido nos previene ante los ataques de los demás y nos sitúa por encima de los que solo dan su opinión.
Construye el personaje adecuado
Puede que cueste reconocerlo, pero la personalidad que proyectamos públicamente puede llevarnos a la maestría o negárnosla. Si dejamos que los demás nos definan estaremos a su merced, siendo esclavos de sus opiniones. Un ejemplo muy claro de esto son los artistas.
Los demás nos juzgan principalmente por las apariencias. Solo unos pocos amigos y familiares podrán vernos tal cual somos. Si asumimos que lo mejor es simplemente ser nosotros mismos los demás comenzarán a atribuirnos cosas que ellos quieran ver. Todos estos problemas nos generarán inseguridad y nos robarán atención.
Internalizando sus juicios, tendremos pocas energías para dedicarnos a nuestro trabajo. La única alternativa es cambiar nuestra imagen de forma consciente, moldeando las apariencias, manipulando el juicio ajeno. Lejos de ver esto como algo malo, nuestro personaje es una máscara fundamental para lidiar en la arena social.
Percíbete como los otros te perciben
Todos tenemos defectos. Algunos son inofensivos y otros pueden traernos serios problemas. Detectamos fácilmente los defectos de los demás pero no así los nuestros. Las personas con las que interactuamos rara vez nos dicen lo que estamos haciendo mal. Esto dificulta mucho el vernos desde afuera.
Este problema se ve claramente reflejado en nuestro trabajo. Podemos creer que nuestro trabajo es brillante pero cuando lo publicamos podemos llegar a recibir un feedback totalmente opuesto. Esta clase de desapego con uno mismo es de vital importancia para alcanzar la maestría.
Un buen punto de partida es analizar toda conducta o trabajo que ofenda a los demás. Ser capaces de ver qué cosas motivan dinámicas negativas es gran parte del auto-conocimiento. Todo lo que podamos controlar sobre nuestra conducta debería ser analizado y conocido.
Sufre a los necios con gracia
Hay demasiados necios en el mundo como para evitarlos a todos. Siempre existirán necios, odiadores, provocadores, y gente que caiga muy bajo. Los necios están gobernados por su ego y necesitan continuamente atención. Con su odio y crítica mediocre se desahogan y se sienten superiores. Les gusta el morbo, el drama y los juegos políticos de bajo calado.
Podremos identificar a los necios por lo poco que trabajan y han conseguido. La tendencia natural es bajarnos a su nivel y empezar a discutir con ellos. Esto sucede porque son hábiles metiéndose debajo de nuestra piel y en provocarnos. Con ellos perdemos la noción de lo que realmente importa.
Al contrario, nuestra actitud con ellos debe ser tomar por verdadero el verso de Simónides de Ceos: «pues es infinita la estirpe de los necios». Los necios siempre existirán y por tanto tenemos que verlos como una parte de la vida. Tener claros nuestros objetivos, sobre todo si son profesionales, nos permitirá sufrir a los necios con mayor gracia.
¡Disfruta buscando la Maestría en Juegos de Rol!
Las ideas de esta segunda parte vienen a continuar la teoría sobre cómo adquirir un conocimiento avanzado en juegos de rol. Se trata de ideas de carácter general aplicables a muchos dominios. Personalmente veo la aplicación de esta teoría al rol como una forma de ensalzar nuestro hobby y tomarlo con seriedad.
Puedes acceder a la primera parte aquí:
En las próximas entradas (tercera y cuarta) terminaremos de completar estas reflexiones. Espero que te haya gustado la entrada y recuerda que lo más importante de un juego es divertirse y entretenerse. Considero a los juegos de rol una forma de ocio muy especial y mejor que muchas otras.
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